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METAVERSO, NEUROCIENCIA Y TECNOLOGÍA, ASÍ ES EL NUEVO TEJIDO EMPRESARIAL DE ARAGÓN

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Jaca tiene una ciudadela. Sirvió como fortaleza desde que Felipe II la mandó construir en el siglo XVI para defenderse de ataques, sublevaciones y ofensivas. Hace tiempo que la ciudad pirenaica no las vive, sobre todo porque las amenazas se han diversificado y ahora pululan más por el océano de internet. Curiosamente, es allí donde se han afincado los fundadores de IriusRisk, una empresa aragonesa con sede en el parque tecnológico Walqa, en Huesca, especializada en ciberseguridad y que ideó en 2015 un programa para detectar las vulnerabilidades ante los criminales de la red. Hoy cuentan con un equipo de 180 trabajadores diseminados por todo el mundo gracias a una operativa cien por cien en remoto y tienen entre sus clientes a ocho de las cien compañías que más facturan del mundo. La firma se hizo conocida por ser una de las pioneras en aplicar la semana laboral de cuatro días para minimizar la rotación de sus empleados.

La aragonesa Cristina Bentué y su pareja, Stephen de Vries, trabajaban para una consultoría en Londres. Ella desarrollaba informes para start-ups y él se ganaba la vida como hacker ético: un buscador de agujeros en el software de los programas por el que se cuelan los cibercriminales que avisa a las empresas de las amenazas. «Las empresas contrataban los análisis de ciberseguridad una vez habían terminado el desarrollo del programa. Era como terminar la construcción de una casa y después comprobar que los cimientos estaban bien colocados», explica Bentué. No tenía sentido, sobre todo porque se reproducían patrones de errores, pero el problema estaba en que el hacker y los analistas tenían que sentarse durante horas y horas para realizar un análisis concienzudo.

Una tarde de viernes, tomando una copa de vino, se iluminó la bombilla. «¿Y si este trabajo lo pudiera hacer un programa?», le preguntó Bentué a su pareja. «No tardarán en hacerlo», le contestó. «¿Y si lo hacemos nosotros?», remató la aragonesa. Había un vacío en el mercado y tenían que aprovecharlo. Elaboraron un plan de negocio y se lo presentaron a la consultora Corsaire, para la que trabajaban en Londres. La empresa dijo que no les compraba la idea, escudándose en que suponía tirar piedras contra su propio modelo de negocio.

El revés no pudo con el famoso tesón aragonés. Como la vida en la City era inasumible mientras desarrollaban el proyecto, volvieron a casa. Compraron una parcelita en Montesa, una localidad próxima a Barbastro en la que solo vivía una familia, y se construyeron una cabaña de 47 metros cuadrados. Allí cultivaron un huerto, instalaron placas solares y vivieron un año para que la semilla de IriusRisk germinara. «Solo pagábamos el recibo de internet», ríe la fundadora de la compañía, que recuerda el «temor de todas las mañanas» por si algún gigante tecnológico lanzaba un producto similar al que estaban preparando. No ocurrió, y cuando aún estaba en una fase beta, el departamento de innovación del BBVA se metió en la start-up para impulsar el proyecto. Desde entonces han levantado tres rondas de inversión (35 millones en las dos últimas) que han permitido disparar la facturación en un 80% cada año.

IriusRisk destaca también por haber implementado la semana laboral de cuatro días en su organización. «La introducimos porque una start-up no puede competir en salarios con un gran banco, así que propusimos este modelo y tenemos una rotación cercana al 0% en los últimos años», asegura Bentué a tenor de uno de los grandes males del sector informático, donde el robo de talento entre empresas está a la orden del día.

El próximo «salto cuántico» está en la inteligencia artificial, que ha abierto un nuevo capítulo el mundo digital «y será una revolución similar a la de internet», vaticina la cofundadora. Ahora el reto es consolidar el trabajo ejecutado e incrementar poco a poco la cartera de clientes de esta ‘ciudadela’ digital construida en Huesca.

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